Ya faltan muy pocos días para que nos dispongamos con alegría, alrededor de la mesa, de fiesta, engalanada con vivos colores y opíparas viandas, todo un lujo que demuestra la generosidad que a lo largo de la vida hemos atesorado en nuestros corazones y sale, como un manantial abundante para inundarlo todo de sentimientos positivos, sonrisas y abrazos. Eso sería lo normal; sin embargo este año lo tenemos que pasar con agilidad, para que todos los sentimientos hermosos no se marchiten por la tristeza sobrevenida, por el bicho, que tantísima tristeza está causando en cientos de familias.
Aún así nos resistiremos, y de las muchas maneras posibles de compartir ese momento mágico a las doce del día 31 de Diciembre, lo compartiremos. Los que podamos, sin contravenir las normas, presentes. Quienes no lo puedan compartir presentes, pues telemáticos. Sí. Telemáticos, que en éste año de pandemia muchos hemos tenido que aprender rápido las diferentes fórmulas de compartir desde diferentes y distantes lugares. Hace bien poco esa virtualidad estaba reservada a un puñado de avanzados en el uso de la tecnología y hoy, son, sois, somos muchos los que hemos tenido que aprender a marchas forzadas, progresando adecuadamente.
En la mesa, física o virtual, alimentos selectos naturales o elaborados con ilusión para disfrutarlos en muy buena compañía y regados con vinos de paladar excelente.
Y yo, llegados a éste punto me permito aconsejaros que en estas fiestas y en la cena de fin de año os arriesguéis y descorchéis botellas de vinos de Alicante, D.O. , que los tenemos a disposición en toda la gama de paladares y precios, para todos los gustos y bolsillos, pero lo principal y fundamental es que oséis dar el paso hacia los vinos, nuestros vinos, que además cosechan premios por su calidad y por qué no decirlo, fijaos en que tenemos un vino universal al que debemos dedicar un momento de placer en esa mesa festiva, y es el Fondillón, el mejor entre los mejores vinos, orgullosos ante quien quiera probarnos dicha realeza. Vinos y alimentos con la garantía que nos ofrecen las diferentes denominaciones de origen, de nuestra Alicante, amada y orgullosos de todos y cada uno de sus extraordinarios rincones.
En la mesa, además estarán presentes las UVAS de la suerte. Las UVAS DE LA DENOMINACION DE ORIGEN UVAS DE MESA EMBOLSADAS DEL VINALOPO, que desde hace siglos nos ayudan en la celebración y augurio de bondades materiales, suerte, salud y oro.
Fijaos bien en ese detalle, ya que solo son las uvas de la D.O., de la variedad ALEDO, las que ahora mismo están terminando de recolectar los agricultores del Valle del Medio Vinalopó en cuyas tierras, fértiles y únicas, crecen y desarrollan todas sus virtudes organolépticas para que, junto a las campanadas, podamos pasar de año con total armonía, alegría y felicidad.
Y permítanme que insista, porque solo son esas uvas las que nos pueden ayudar a mejorar con el año nuevo. Olvídense de las uvas enlatadas, de los racimos de enorme tamaño con granos imposibles de digerir o todas las modernidades híbridas que, para un coctail pudieran ser perfectas, pero que para el paso de año, créanme que no lo son.
En el Valle del Medio Vinalopó, los agricultores cultivan las uvas desde tiempo inmemorial. Lástima que algunos, por comodidad o por inercia, traten de poner fechas, como se ponen las vallas en el campo, con crasos errores de relato que expresan sin pudor para salir del paso sin más.
Y es que la celebración del transito al año nuevo, esos minutos mágicos, dicen algunos que se iniciaron en los años cincuenta del pasado siglo, argumentan en su corto relato que para sobreponerse a una superproducción de uvas.
Entonces apenas se cultivaban un tercio de las hectáreas en aquella comarca y las variedades reinantes eran las de temporada, las del verano sabrosas y magníficas, casi sensuales, “”valencís”, blancos y negros, “moscateles”, sobre todo las moscatel romano y muy pocos se atrevieron a cultivar uvas tardías, precisamente por los problemas de salud de las propias plantas y sus racimos. Con lo que permítanme que concluya que no se podía dar ninguna superproducción. El origen, difuso, de la celebración con doce granos de uvas tiene relación con los placeres que los romanos disfrutaban y cómo eran capaces de cosechar frutas fuera de su tiempo natural mediante métodos que hoy conocemos. Y en las mesas de las familias más pudientes procuraban tener aquellas frutas que se salían de lo normal y que resultaban especialmente sabrosas y luego con la irrupción de la televisión en los años cincuenta, el combinado estaba completo para su extensión y costumbre, bien arraigada. Y es en este ínfimo detalle, disfrutar de las uvas tardías venciendo a las dificultades ambientales, en el que germina el futuro de la comarca, ya que, implantada la variedad Aledo, más tardía que todas las demás, se multiplicaban los problemas agrarios, hasta que Bonmatí, allá en los finales de los cincuenta , hombre culto y leído, que conocía la literatura agraria de los romanos, pensó, para bien de toda la comarca, que aplicar aquellos conocimientos antiguos, bien pudiera tener utilidad y procurar la defensa física de los racimos, entonces imposible de tratar químicamente por la sencilla razón de que no existían esos productos.
Ni corto, ni perezoso, se apresuró a cubrir sus racimos de uvas tardías con las hojas de papel que se desechaban impresas con las noticias. Sí, los periódicos, atados por arriba del racimo, a modo de CAMPANA DE PAPEL. Es obligado decir que no lo tuvo fácil ya que las gentes, como casi siempre ante lo desconocido, no pararían de hacer burlas, en el campo y en el casino de Novelda, burlas que solo con los resultados obtenidos en sus viñas, y en sus racimos, llegados a su tiempo y sanos, pudo cortar. Campanas de papel que en la actualidad se colocan por millones, de un papel color crema y tratado para evitar que las lluvias lo deterioren y puedan así cumplir con su cometido natural y absolutamente ecológico. Y que son todo un espectáculo agrario para la vista de quienes amamos las uvas y de millones como vosotros que se muy bien que también las disfrutáis. Os reto a que este año próximo visitemos la comarca en el verano y veréis las viñas altas o las espalderas con todas esas campanas de papel, como guirnaldas de sabor.
Pues sí, así fue y de aquella manera, Bonmatí, sin llegar a saberlo, fue el motor que ha propiciado a la comarca un nombre universal y protegido por su idoneidad y genialidad. Las Uvas de Mesa Embolsadas del Vinalopó, que son garantía plena de sabor, sostenibilidad, sanidad, origen cierto y cualidades garantizadas.
Es así como un hombre moderno, que dedicaba tiempo a la lectura de los clásicos de la agricultura y que imaginó e ideó un sistema agrario que no solo ha perdurado en el tiempo, sino que gracias a la voluntad de todos, tiene una proyección de futuro sin más limites que nuestra imaginación a la hora de disfrutar de unas excelentes, sabrosas y casi mágicas uvas de mesa.
Y recordad que para que procuren suerte y buenos augurios, han de ser UVAS DE MESA EMBOLSADAS DEL VINALOPO de la variedad ALEDO. Únicas en el mundo y las tenemos a poco más de veinte kilómetros.
Felices fiestas a todos.
Santiago Pascual