Hace unos días estuvimos visitando Valladolid.

Tenemos tren directo desde Alicante, así que resultó de lo más cómodo, pues en menos de cuatro horas nos plantamos allí.
Nuestro alojamiento era el Hotel Colón Plaza. Se encuentra a menos de cinco minutos a pie desde la estación, en la acera de Recoletos, nº 21.

Empezaré hablando del hotel. El personal ha sido sumamente amable; incluso se metieron en el ascensor con nosotros para explicarnos cómo funcionaba la tarjeta del hotel, y nos contaron el funcionamiento del establecimiento con todo lujo de detalles. En los hoteles ocurre como en las oficinas de turismo: es tan importante la primera impresión que puede condicionar la opinión general que te llevas del carácter de un pueblo, y aunque no debería ser así, todos sabemos que eso sucede, o al menos te condiciona. Y las habitaciones confortables, el colchón muy cómodo y como dato, el gel y la crema corporal de gran calidad y aroma agradable.

Nos encontramos a mano izquierda los Jardines de Campo Grande. Un bellísimo paraje en el centro de la ciudad donde hay una exuberante vegetación, rosas por doquier, fuentes, estanques para ir en barca, pero también ardillas muy sociables que se acercan sin la menor discreción, gansos, pavos reales, conejos, patos, pájaros… Es un remanso de paz y de naturaleza.

Una vez atraviesas el parque te encuentras con la estatua de Zorrilla, vallisoletano. También Cervantes tiene mucha presencia, pues aunque nació en Alcalá de Henares, residió allí durante un tiempo.

Si continuamos recto estaremos en la zona comercial de la ciudad, que conecta al poco con la Plaza Mayor.

Por cierto que la Plaza Mayor es la primera de España con ese trazado, en contra de lo que se pueda pensar, ya que existe la creencia de que la de Salamanca o Burgos es anterior.

En Valladolid hay 57 iglesias para visitar. De visita obligada es la Catedral, diseñada por Juan de Herrera pero inacabada (se les acabó el presupuesto). Goza de diferentes estilos arquitectónicos que han tratado de conservar.

Camino de la misma, nos encontramos con la Fuente Dorada, que como su nombre indica, al principio era toda dorada, y muestra los diferentes oficios de Valladolid.

Estuvimos en la Torre del campanario de la misma. La subida al campanario se realiza en ascensor, por lo que se puede subir cómodamente, pero las personas con movilidad reducida no pueden acceder porque sí que se suben unos cuantos escalones a pie.

Si decides subir, no te arrepentirás porque entre cosas, desde arriba te cuentan la historia de Valladolid y numerosas curiosidades, y dura aproximadamente una hora.

Las entradas cuestan 12 euros y se adquieren o bien online, o comprándolas en las oficinas de turismo de la ciudad:

También aconsejo contratar una visita guiada. Los guías de turismo de cualquier ciudad te sitúan en el contexto histórico necesario a la vez que diseñan un recorrido ameno y lógico, con lo más importante para visitar.

La plaza de la Universidad, con la Facultad de Derecho frente a la puerta de la Catedral, es otra maravilla. Como curiosidad, si estás estudiando cualquier cosa: carrera, curso, lo que sea… no cuentes los leones que se encuentran en la fachada pues dice la tradición que si lo haces, no aprobarás.

Facultad de Derecho

Otra iglesia de obligada visita es Santa María la Antigua, cuya existencia se remonta al s.XII. Su torre románica recubierta de teja se hace visible desde lejos.

Muy cerca, iremos llegando al Museo Nacional de Escultura, que se encuentra dentro del Colegio de San Gregorio, una maravilla arquitectónica que te deja boquiabierta nada más contemplar la fachada, pero lo que hay en el interior resulta impresionante. Es uno de los más importantes del mundo de escultura policromada en madera. Por una entrada de 3 euros se puede visitar también el Palacio del Marqués de Villena (nuestra secretaria, Pepi Tomás, se alegrará de ver hasta dónde llega el marquesado que lleva por nombre su ciudad, que no pueblo —así nos lo explicó ella misma en el Press Trip de Villena—), y el Palacio Pimentel, que por cierto es la casa natal de Felipe II. Y si han viajado en tren con Renfe o Avlo, y pueden demostrarlo, la entrada cuesta solamente 1,5 euros.

Frente al Palacio Pimentel está la preciosa Iglesia de San Pablo, en la plaza del mismo nombre. Allí sí que se pueden contar los leones que dan la bienvenida en la misma puerta.

No me olvido de la gastronomía y el vino. Como se pueden imaginar vino con la D.O. Ribera del Duero había por doquier. También las típicas tapas al pedir la consumición, y los quesos, por supuesto. El Flor de Esgueva (río con nombre femenino) es el oriundo del lugar, pero también sus vecinos quesos zamoranos tienen cabida en los bares y restaurantes.  Por cierto, ¡qué alegría al ver nuestro afamado y querido Fondillón en la Bodeguita de la calle Correos! Establecimiento que goza de un solete Repsol.

El lechazo es típico de allí, al igual que las patatas a la importancia (estas últimas sí que las probamos, y estaban muy ricas).  

El Monasterio de San Benito el Real, el Pasaje Gutiérrez, el Pisuerga…  Son de obligada visita.
Por cierto, que pasajes como el Pasaje Gutiérrez, de estilo modernista, solo hay tres en España:
el Pasaje Lodares (Albacete) y el Pasaje del Ciclón (Zaragoza), conforman los otros dos.

Nos quedó mucho por ver. Lo dejaremos para otra ocasión, con quizá menos calor… como  la casa de Cervantes, del s.XVI, recientemente restaurada. Agradecidos también por la calidez vallisoletana. Así que volveremos.

Por Cristina Arroyo

Escritora. Autora de artículos turísticos. Autora de los libros "Los Vértices del Cariño", "Historias de un bar con música a menos tres escalones", y "La Senda del Camaleón". Editora de la novela histórica "Al-Azraq, el árabe". Presidenta de AAPET

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