La Nucía es hoy un moderno municipio de contrastes entre el Mediterráneo y los agrestes paisajes de la montaña alicantina. Histórica y socialmente forma parte de la actual comarca de la Marina Baixa, en cuyo corazón geográfico se encuentra. La comarca se conforma sobre el arco de sierras que componen Cabeçó-Aitana-Serrella-Bérnia, abocada al Mediterráneo y en el noroeste de la provincia de Alicante, entre el río de Aigües, al Sur, y el Collado de Altea, al Norte. Dentro de la comarca se distingue netamente una subcomarca que viene a coincidir con los límites territoriales de la vieja Baronía de Polop, de muy definida personalidad, que incluye cuatro municipios: La Nucía-Polop de la Marina-L’Alfás del Pi y Benidorm. Con una clara orientación, desde mediados de los años cincuenta del siglo XX, al turismo y a los servicios en todas sus acepciones, manteniendo algunos retazos de un pasado agrícola sobre el que gravitó su desarrollo desde tiempos prehistóricos a la actualidad.
Hace veinte millones de años estas tierras fueron lecho marino. La orogénesis alpina consiguió su emergencia: levantó las sierras béticas y produjo las múltiples fracturas de este conjunto que, en realidad, separa las huertas de Valencia y Murcia. Los geógrafos árabes lo llamaron Al-Jibel Balensiya y en la Edad Media fue conocido como Montanae Valentiate.
La Nucía se localiza a cuarenta y cinco kilómetros de la capital de la Provincia, Alicante, deslizándose desde la cima del Tossal de les Forques, a una altitud de 226 metros sobre el nivel del mar, del que dista cuatro kilómetros hacia Altea y ocho hacia Benidorm. Su término municipal ocupa una extensión de 21’36 kilómetros cuadrados y su población supera los 21.000 habitantes. Concentra más de ochenta urbanizaciones residenciales, la mayoría en los tosales que delimitan la plana fluvial del valle costero del Guadalest-Algar, alternando con bandas de tierras de cultivo, memoria viva de una tradición centenaria. Pertenece al Partido Judicial de Villajoyosa.
La Nucía palpita en el seno de la comarca de La Marina Baixa, como ya quedó reflejado. Abrigada por las sierras de Aitana y Aixortá, y tiene el privilegio de haberse establecido entre la mar y la montaña, sus dos grandes amores. Emplazada a unos ocho kilómetros de la siempre bulliciosa Benidorm, está comunicada por la autopista del Mediterráneo que conecta con la capital (Alicante), a 45 kilómetros, y las autovías de Madrid, Murcia y Andalucía. Desde la capital alicantina, se puede acceder a este municipio por esta autopista (la A-7), o bien por la N-332 tomando, a continuación, la CV-70 en Benidorm. La Nucía es un pueblo blanco que vive apaciblemente en un sosegado valle de fragantes frutales entre el fulgor benidormense y el sosiego de los nísperos de Callosa d’Ensarriá; casi equidistante de Benidorm y Altea, esboza un caprichoso cruce de caminos entre el Mediterráneo y las montañas. El casco antiguo de la población, orgullosa y silenciosamente, se alza en un promontorio con inauditas vistas al Mare Nostrum . Sus 226 metros de altitud parecen que se elevan mucho más allá, el cielo y el mar se confunden, se siente cerca. Cuando uno llega a la Nucía, hay que poner todos los sentidos. Una de las primeras sugerencias, si no es la primera, es perderse o encontrarse entre sus blancas callejuelas: vivir el casco viejo de La Nucía, es revivir tu propia singladura en el tiempo. Déjate llevar por la inspiración , deja que afloren tus impresiones, recorre calles y lugares, sin rumbo fijo.
Como dice su alcalde Bernabé Cano “Fent Poble, fem futur” (Haciendo pueblo, hacemos futuro), es más que una frase hecha, resume en cuatro palabras el espíritu de superación que siempre ha guiado a los nucieros en su esfuerzo y trabajo diario durante los más de 300 años de historia de la Nucía. Cuando nos visitó el botánico y geógrafo Cavanilles, a finales del siglo XVIII, nos definió como un pueblo “culto e industrioso”. Ahora trescientos y pico de años después del nacimiento de La Nucía en 1705, seguimos trabajando todos para que siga siendo un pueblo culto e industrioso en el siglo XXI.
RAFAEL RODRIGUEZ DE GEA