El 7 de agosto volamos con la compañía Ryanair desde Alicante a Oporto. Llegamos de noche, y en el aeropuerto seguimos las señales para tomar el metro, que nos llevara a nuestro hotel, en la avenida Aliados. Nuestro hotel se llamaba «Universal».
Compramos la tarjeta «Andante» para las zonas que comprendían del aeropuerto al centro de Oporto. Una vez en el metro, que estaba lleno de españoles que iban en el avión, y otros que llevaban otra conexión, ya era fácil.
Bajamos en la parada de «Trindade» y ya de allí caminamos hasta el hotel.
Nos quedamos impresionados de los magníficos edificios que nos encontrábamos por el camino.
Una vez en el hotel, que habíamos reservado con «Destinia», entablamos conversación con el recepcionista. Le dijimos que hacía mucho fresco y que se estaba muy a gusto. Es verdad, estábamos a unos deliciosos 20 grados. Compramos una miniatura de vino Oporto, de marca «Porto Cruz» y lo subimos a la habitación para realizar una pequeña cata.
Al día siguiente visitamos la Estación de Sâo Bento, donde unos maravillosos azulejos te cuentan la historia de la ciudad. Es muy bonita. También estuvimos viendo tiendas por allí. A mí me cautivaba la bisutería porteña, con esos bonitos dibujos azules que forman arabescos y preciosas formas geométricas.
Por la tarde teníamos una visita guiada contratada con la empresa Civitatis. Pero ya esa misma mañana estuvimos visitando la ciudad. Y es que llegamos a la Torre de los Clérigos, pero nos echaron para atrás los 240 escalones que había que subir y la increíble cola. Nos dirigimos entonces a un parque que hay muy cercano y que es el «Jardín da Cordoaria» aunque su nombre oficial es Jardín de Joâo Chagas. Nos impactó la frondosidad de sus árboles, y ya de allí nos dirigimos a la Iglesia del Carmen. Había que pagar entrada pero mereció la pena. Al principio pensábamos que iba a ser únicamente el interior de la iglesia pero la visita es muy completa y se visita en su totalidad, con sus espacios museísticos y la terraza en altura. Esta iglesia barroca tiene unos azulejos en un lateral que resultan impactantes.
Tras esta visita intentamos acceder a la Librería Lello y hermano, que se ha hecho famosa porque se dice que J.K. Rowling, la escritora de la famosa saga de Harry Potter se inspiró en esta librería (Rowling estuvo dos años viviendo en Oporto) para ambientar la librería Flourish y Blotts, donde, en el mundo mágico de Potter, compraban sus libros para Hogwarts. Pero este hecho lo desmintió la misma escritora diciendo que aunque por las fotos la librería es preciosa, jamás la pisó mientras vivía en Oporto. Los porteños se quedaron muy defraudados tras las afirmaciones de Rowling pero esto no ha mermado su éxito. La cola para poder acceder es larguísima, y si te pones en cola a las 11 de la mañana, es posible que a las 17 horas puedas entrar. El coste de la entrada es de 5 euros, que se descuentan si compras algún libro de Lello.
Como nuestro viaje fue en agosto, era de esperar que Oporto estuviera hasta los topes. Y así era, pues había gente de todas partes: de otros lugares de Portugal, de Francia, Italia… Y sobre todo de España. Tras recorrer la Rua de Cedofeita y alrededores, decidimos buscar un lugar algo más cercano al hotel para comer, pues la visita guiada la teníamos a las cinco de la tarde desde un lugar muy cercano a nuestro alojamiento. Así, nos topamos con el Café-Restaurante «Aviz», y fue como una especie de oasis para nosotros. Quisimos comer dentro porque era muy espacioso. Nos sirvieron la comida rápidamente. La sopa de verduras, rica, el bacalao muy bueno, y el pollo, con muy buen sabor. Los postres: Nata do Seu, y una crema de mango muy sabrosa. Muy bien de precio, y además un sitio amplio donde estar a gusto. Comer en Oporto no resulta caro, y las raciones son abundantes.
La guía que nos explicó Oporto resultó ser de Granada, y se conocía la ciudad muy bien. Con ella llegamos al Mirador de la Victoria. Al leer opiniones sobre cómo acceder al mirador, me di cuenta de que ella nos llevó por el sitio más accesible, sin tener que subir las escaleras a las que hacen mención en otros posts. Las vistas son increíbles, y ella nos contó curiosidades de la ciudad. Desde allí se ve el puente de Luis I, Vila Nova de Gaia (donde se encuentran todas las bodegas), la Catedral, el imponente Duero.
De bajada de la visita, llegamos hasta la Sé o Catedral, y aquí debo agradecer a nuestra magnífica guía que nos dijera lo siguiente: si te pones de frente a la Catedral y vais por el camino de la izquierda, llegáis al puente de D. Luis I por la parte de arriba. Si vais por el camino de la derecha, llegáis al puente pero por la parte de abajo. Este detalle es importante porque una vez que estás en la parte de abajo, no puedes subir desde allí a la parte de arriba, y para ver la magnífica puesta de sol, lo bonito es verlo desde la parte alta, como hicimos al día siguiente.
Otra visita aconsejada es la Ribeira. Al menos una vez hay que bajar hasta orillas del Duero y comer en algún restaurante de la zona, y por supuesto realizar el crucero de los seis puentes del Douro. Si se hace de noche es aconsejable regresar desde la Ribera al centro de Oporto por las zonas más transitadas, pues hay algún barrio marginal de dudosa buena fama.
Al día siguiente, por nuestra cuenta visitamos la imponente Catedral, cuyos comienzos se sitúan en el s.XII, y es una maravilla, con su claustro gótico, su torre, a la que se puede acceder, y la Iglesia de San Antonio de los Congregados.
A pie, a través del puente de Don Luis I llegamos a Vila Nova de Gaia, que se encuentra al otro extremo del puente; una vez allí se puede tomar un teleférico para bajar a las bodegas. Por cierto que con la entrada del teleférico podías ir a Bodegas Quevedo a degustar una copa de vino. Y así lo hicimos. El vino que probamos, y que luego «reprobamos» con otra nueva copa, tenía dos años de reposo en barrica y era una mezcla de muchos tipos de uva, según nos indicó la chica que nos atendió.
En Vila Nova de Gaia hay restaurantes, cafeterías, por supuesto, bodegas, un pequeño mercado exclusivo para el turista, con platos ya preparados para comer al momento, también de fruta, y actuaciones musicales para entretener al visitante.
De regreso de Vila Nova, por la parte alta del puente, y ya en Oporto, hay una tienda de objetos religiosos llamada «Adoramus» donde venden toda clase de productos hechos por monjas de diferentes congregaciones. El señor regente del comercio es muy amable, y por esa razón recomiendo que si queréis adquirir algún objeto para alguien creyente o para vosotros mismos si así lo decidís, esta tienda puede ser una buena opción.
Tuvimos la oportunidad de probar también el Vinho verde (ya lo conocíamos de otras zonas de Portugal), y la Francesinha. Os dejo con la incógnita, aunque también podéis buscar en qué consiste por internet. Nos gustó mucho sobre todo la salsa.
Hay muchas calles por las que dejarse llevar, como la Rua Santa Caterina o la Rua das Flores. Por cierto que durante los dos escasos días que estuvimos allí la temperatura oscilaba de 22-23 grados por la mañana a 17 grados por la noche. Un respiro que nos vino bien para escapar del sofocante calor de agosto del que veníamos.